

Gracias a nuestro querido Javier Muñoz, profesor de música con formación en la metodología Gordon por el Instituto Gordon de Educación Musical España (IGEME), que ha compartido con nosotras este artículo suyo tan interesante para que podamos difundirlo con vosotras.
Edwin Gordon y María Montessori son quizá dos de las personas que más – y mejor –han hecho por la pedagogía moderna. Ninguno de los dos es insuperable. Ninguno de los dos es perfecto. Ninguno de los dos es inflexible en sus propuestas. Pero ambos dedicaron su vida a observar e investigar cómo aprendemos. Ambos son lúcidos y generosos en el desarrollo de sus explicaciones. Ambos se esforzaron en manifestar que no habían creado un método, sino que sus propuestas pedagógicas eran el fruto de sus extensos estudios a partir de los cuales habían teorizado sobre cómo deberíamos aprender.
Ambos pretendían mejorar la forma de enseñar que se encontraron y ambos lo consiguieron. Edwin Gordon en la música y María Montessori en la enseñanza general.
Hace ya tiempo que le doy vueltas a la gran relación que encuentro entre estas dos enormes figuras de la pedagogía. Y esto es lo que me ha llevado a escribir este nuevo artículo en el que me gustaría compartir diez de las conexiones más importantes que he podido percibir.
1. El aprendizaje se basa esencialmente en la práctica para que, posteriormente, la teoría no suponga algo abstracto que descifrar, sino sólo un reconocimiento escrito de lo que ya se ha interiorizado. Gordon, como Suzuki, Dalcroze, Kodaly y Orff, comienza su aprendizaje sin partitura. Cuando, una vez interiorizados los conceptos básicos de la música, el alumno está preparado para aprender a leer y a escribir (por ese orden), sólo tiene que poner nombre a lo que ya ha almacenado en su interior. En Montessori se sigue un patrón muy similar con el abordaje de la lectoescritura: primero se plantea desde la escucha y el descubrimiento de los sonidos de las letras (sentido auditivo); y una vez adquirido el sonido, se introduce la grafía a través de las letras de lija (sentido tacto), al tiempo que se trabaja la lectura de manera global, es decir, buscando el reconocimiento de las palabras a través de su grafía (sentido visual).
2. En ambas pedagogías, la secuencia del proceso de aprendizaje no la marca el profesor, quien funciona más bien como guía, sino el propio alumno. Cada persona tiene un ritmo de aprendizaje distinto y es esencial respetarlo. Montessori plantea un aprendizaje para la vida. Gordon enseña la música con la misma naturalidad que la lengua materna. No hay conceptos teóricos sin aplicación práctica ni contenidos abstractos que se quedan en el aula sin llegar a descifrarse. Lo que se aprende en estas pedagogías, perdura.
3. Para ambos, la observación del profesor es un pilar fundamental. María Montessori propone que sus guías sean esencialmente observadores de los niños. Y a su vez, que los niños aprendan sobre todo por observación y repetición (aprenden por observación cuando les es presentado un nuevo material, cuando observan a otros compañeros utilizar un material que ellos aún no conocen, etc.). Por su parte, Gordon establece como necesario el hecho de que el profesor observe las respuestas de cada alumno. La observación precisa de estas respuestas será la que propicie que pueda imitar correctamente los balbuceos de los bebés para comunicarse con ellos, que pueda establecer en qué etapa de aprendizaje se encuentra, qué nueva propuesta debe hacerle, etc. Asimismo, en algunas de las secuencias descritas por el norteamericano, la imitación y la reflexión, dos formas de observación, son parte esencial del aprendizaje.
4. En pocas pedagogías se combina tan finamente el trabajo en grupo con el desarrollo individual. El trabajo grupal es esencial para Montessori, quien sostiene que todos los niños se enriquecen de la observación de los demás, que la colaboración es necesaria para realizar casi cualquier actuación (desde almorzar hasta solucionar un conflicto), o que su educación para la paz no tendría sentido si no se da en grupo. Y qué decir de Gordon: en sus clases, el grupo es quien refuerza el aprendizaje de una canción, quien permite crear armonía con la inclusión del bajo y varias líneas melódicas, quien favorece que el alumno que no tiene seguridad en algún momento se apoye en los que sí la tienen, etc. Por otro lado, el profesor siempre tendrá un hueco para pedirle a cada niño un tipo de respuestas diferentes (dependiendo del nivel individual de cada uno). Algo parecido a lo que sucede en Montessori, donde al margen del contexto grupal latente, la mayoría de las presentaciones se realizan de modo individual (especialmente en Casa de Niños y Comunidad Infantil). Este multinivel provoca que cada alumno pueda elegir el trabajo que desea hacer de entre los que les han sido presentados, así como llevar un nivel particular en cada área dentro del grupo.
5. Uno de los objetivos de las enseñanzas de María Montessori es crear personas autónomas. Los niños toman decisiones y se responsabilizan de ellas. Aprenden a vestirse a una edad muy temprana, recogen su mesa y friegan sus cubiertos después de comer, solucionan sus conflictos sin la necesidad de que intervenga un adulto (salvo en casos imprescindibles), etc. El fomento de la independencia que, desde mi punto de vista, Gordon lleva al terreno musical se produce en el momento en el que los alumnos no necesitan ayuda externa para comprender lo que escuchan ni para comunicarse musicalmente: no necesitan la partitura para tocar de memoria puesto que entienden lo que están tocando, ni necesitan que le expliquen qué es una cadencia rota porque la sienten cuando la escuchan.
6. Ambos proponen clases en grupo con edades mezcladas en ciclos muy similares:
La diferencia de edades y de ritmos de aprendizaje en un grupo no sólo no perjudica a los más avanzados, quienes refuerzan sus conocimientos ejerciendo de enseñantes, sino que enriquece a todos con la enorme variedad de matices que esto aporta.
7. El niño debe aprender jugando y motivado, con naturalidad, dentro de un contexto que le sea familiar y con la creatividad e imaginación al mando de todo. Esto permite que la concentración tarde más en decaer, que pueda absorber muchos más contenidos casi sin
darse cuenta, que el contacto con lo que sea que esté aprendiendo sea alegre y que le guste lo que hace. Esa es la forma idílica de aprender y Montessori y Gordon lo sabían.
8. El movimiento es un aspecto esencial en la teoría de Gordon. En sus clases debe darse una combinación de los cuatro elementos que tomó de Rudolf Laban: tempo, peso, espacio y fluidez. Según el pedagogo norteamericano (y otros muchos, como Dalcroze), el movimiento es necesario para interiorizar la música. Cualquier nuevo contenido musical, cualquier pieza musical, se adquiere desde la escucha global, es decir, desde el cuerpo en movimiento. Montessori, que afirma que el movimiento es un factor esencial para la construcción de la inteligencia, no se queda atrás a la hora de destacarlo en sus propuestas. Para ella, el niño aprende y se desarrolla gracias a lo que las experiencias producidas por el movimiento le aportan.
9. De acuerdo con sus planteamientos pedagógicos, la evaluación no es entendida por ninguno de los dos como calificaciones que ponen un número al trabajo de cada alumno, sino como informes (en algunos casos bastante detallados) que presentan los logros alcanzados por cada niño y en qué punto de su desarrollo se encuentra. El hecho de que un alumno no haya obtenido en un momento dado el grado de conocimiento que se espera de su edad no es sinónimo de fracaso: ambas pedagogías respetan profundamente los procesos madurativos individuales y confían lo suficiente en la capacidad propia de cada alumno para desarrollarse adecuadamente, siempre que estén motivados y bien guiados.
De hecho, quizá aquí se encuentre uno de los puntos de conexión más interesantes y significativos: ambos eliminan el concepto fracaso de su vocabulario. Cuando el interés brota del interior y el estímulo es adecuado, el aprendizaje siempre fluye y es por naturaleza expansivo y exitoso. Curiosamente, al mismo tiempo buscan continuamente que el niño tenga éxito en lo que hace; por eso, por ejemplo, Montessori no les ofrece un material hasta que no lo pueden trabajar correctamente, ni Gordon les propone tocar un instrumento sin haber escuchado y cantado mucho previamente.
10. A pesar de que sus clases tienen un gran componente lúdico, que resultan más motivadoras que las de otros sistemas de enseñanza y que buscan que el alumno disfrute y se sienta feliz en ellas, aportando los profesores tantos conocimientos como afecto – o quizá gracias a todo esto –, los resultados alcanzados cuando se aplican de forma estable superan en mucho a los currículums exigidos en la enseñanza tradicional. Un niño que ha hecho la audición preparatoria de Gordon y que se encuentra en primaria puede tener un nivel de entendimiento de la música que algunos alumnos de altos cursos del Conservatorio aún no han alcanzado. Asimismo, un alumno de primaria de Montessori que, por cualquier motivo, tiene que salir de su colegio para acceder a otro de enseñanza tradicional, seguramente pasará aburrido más de un curso hasta que empiece a ver algo que sea nuevo para él.
Javier Muñoz
Fundador de Músicabalú, Murcia.